(En una época yo solía ejecutar esta sonata Op. 7 en la primera parte y la Op. 57 "Appassionata" en la segunda. No he dudado en rebautizarlas "La Mansa" y "La Brava" sobrenombre que se me ocurrió dada la coincidencia con un recital a celebrarse en la ciudad uruguaya de Punta del Este. Para los que no lo saben la ciudad tiene una península donde de un lado puede apreciarse la Playa Mansa y la bella y siempre verde Isla Gorriti, y del otro lado la Playa Brava con su fuerte e intempestivo oleaje y allá a lo lejos la sobria pero no menos bella Isla de Lobos. Es fascinante la confrontación de ambas. Sonatas. Y también las playas y sus respectivas islas, pero hoy me concentraré en las sonatas).
La Op. 7 comienza con un Allegro molto en con brío en 6/8. No presenta grandes elementos melódicos pero los recursos planteados son efectivísimos: dos acordes de Mi bemol en el primer y segundo compás cuyas partes superiores están a distancia de una tercera. La mano izquierda emula a los cornos y pareciera retrotraernos al tercer movimiento del concierto nº 3 de corno de Mozart también en Mi bemol mayor -podría medirse en 12/8 pero la intención es destacar el ritmo secuencial del corno y concentrar el canto de los intervalos-. Sonoridad ideal por ser más neutra y en un registro medio: la trompeta resultaría más "exterior" y el trombón tal vez demasiado solemne. ¿Y la tuba? La reservamos para "La Brava". Pero lo cierto es que la tonalidad de Mi bemol va estupenda para el ensamble de metales. Los compases siguientes plantean saltos muy audaces que superan las dos octavas en la mano derecha herencia del 'Mannheim Rocket' para luego desembocar a partir del compás 59 en el lirismo total: el canto pareciera decir: 'Ich liebe dich...' 'je t´aime Babette...'
Pero, pero -siempre hay un pero- luego de esta 'coincidencia' músico-semántica-métrica y del carácter tierno suplicante y del élan y su empuje ascendente de los siguientes compases, a partir del compás 111 las cosas cambian: se torna meláncolico y la tensión resultante entre arpegios-canto de la mano derecha y notas largas de la izquierda anuncian algo por venir. Lugo de un movimiento contrario de escalas en el compás 57 llegamos a la tríada de Fa menor. Internamente se está gestando el futuro: la Op. 57 "Appassionata" en Fa menor. (La misma 'anunciación' ocurrirá en la sonata nº 6 en el Allegretto del segundo movimiento: el unísono en Fa menor asemeja a gotas de lluvia pero la condensación aún no es lo suficientemente poderosa para desencadenar la tormenta). Los compases siguientes plantean la lucha por mantener el equilibrio emocional del Mi bemol y luego de una plegaria en tresillos de la mano izquierda -al igual que en el Op. 57- y sucesivas modulaciones finalmente llegamos a casa: a Mi bemol mayor. El movimiento concluye con rulo de tambor de la mano izquierda y acordes de Mi bemol en la derecha. El calderón sobre el silencio puede parecer curioso, sin embargo no lo es: indica dónde Beethoven quería la correcta acentuación de los compases. Indica además que El Silencio es parte de la música.
El segundo movimiento Largo, con gran espressione es para el gran Andras Schiff uno de los más grandes movimientos lentos no solo de Beethoven sino de la literatura musical toda. Adhiero completamente. De forma A B A pareciera conjugar lo antiguo y lo moderno. Siempre he sostenido que los compases 6 y 7 con esas apoyaturas, es decir notas extrañas al acorde edificadas sobre ese bajo tan profundo, son el origen del PoP. Algunos como el gran pianista chipriota Nicolai Economou sitúan esto en Moussorgsky en "Los Cuadros de una Exposición". Si tomamos en cuenta lo visual más lo musical, sí. Pero en cuanto a lo estrictamente musical creo que el origen está aquí. El espíritu de Beethoven era revolucionario y componía para el futuro. (Luego de hacerles escuchar estos 'tonos' a mis amigos rockeros y amantes pop, una vez más he podido comprobarlo) . A partir del compás 25 el gran Edwin Fischer destaca la aparición de "nubes en un día de verano y en la mano izquierda gotas de lluvia". Suena como un coral con magnificente profundidad. Pero a la vez conllevan la carga inexorable del tic-tac y de un tiempo dentro de otro tiempo. Esto se interrumpe con un unísono en forma interrogativa o sea un gran signo de interrogación. La respuesta nos la da algo que asemeja al canto de un pájaro. Pero aún estamos lejos de casa en tonalidades remotas. ¿El canto del pájaro nocturno nos llevará de retorno? El movimiento concluye con una sonoridad asombrosa nunca antes vista lograda por los bajos en el registro grave y disonancias en el registro medio.
El tercer movimiento Allegro comienza sin anacrusa y anticipa a Schubert. El Minore y sus tresillos en la thanática tonalidad de Mi bemol menor -y thanática también, imposible de no escuchar, la impresionante sonata en esta tonalidad de Paul Dukas y no pensar en los viñedos- anticipa el charme pianístico de la sonata Op. 35 de Chopin y a la primera de las Tres piezas D 946 de Schubert. Los flashes de fortísimo súbito producen un efecto fantasmal que parecieran querer alumbrar el paisaje sombrío. El gran Steibelt, rival pianístico de Beethoven, había puesto de moda el trémolo efecto que gustaba mucho al público. Aquí Beethoven le saca un rédito musical extraordinario. El final del Minore una vez más nos remite a los cornos en pianissimo.
El cuarto movimiento Rondo, Poco Allegretto e grazioso es exquisito, de gran cálidez y con una gran melodía. La sección media en Do menor -reminiscente de Bach, CBT, preludio nº 2 libro I- ya presagia la sonata nº 13 "Patética" ¿estado tormentoso a lo Haendel y sus puestas en escena? En el compás 154 pareciera que Beethoven se reservaba este clímax para el final: luego del calderón aparece la supertónica rebajada -Mi Mayor- para desembocar en Mi bemol mayor –técnica aprendida de Haydn-. El final es sublime y exquisito como un perfume que se desvanece en el aire. Ya presagia el 'Arpa eólica' de Chopin.
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